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Percepciones sobre la primavera (II)

Sábado, 23:50

Bajo corriendo del bondi y me meto en la cama a las apuradas, con el control en la mano y revoleando el celular encima de las colchas. Era esto o delirar Blade Runner en la pantalla grande. A mil kilometros o más de acá, a una eternidad de distancia, un estadio terminaba de vibrar y una multitud volvía a poner los pies sobre la tierra. Veo por la tele a Solari, bailando contento, mientras «Pedía siempre temas en la radio» suena con una calidad de mierda y un boludo anuncia que es el único tema que están autorizados a transmitir.

Nos pasamos la vida lamentando las oportunidades que dejamos pasar. Yo podría haber estado ahí, lejos de casa, saltando como salté en Jesús María, vibrando como sólo se vibra con «Jí, Jí, Jí» o coreando «El infierno está encantador esta noche«, pero decidí no hacerlo. Decidí tener una excusa para lamentarme y sonreír de costado, diciendo «Bueh, ya está, fue. Siempre tendremos la próxima vez». Y quedarme en Córdoba, ir al cumpleaños de mi tía y salir corriendo a tomar el colectivo para estar a horario en casa.

Los omnibus tienen esa mística extraña de cargarse de mujeres capaces de robarle el aliento hasta a los muertos. Por regla, tiene que haber al menos una mina que sea lo bastante linda como para hacer el viaje más ameno. Por supuesto que lo más probable es que va a ser la última vez que la veas en tu vida, pero por esa noche recordaras cada centimetro de mujer contenido apenas por esas ropas.

Dirección sur-norte, la ciudad es un difuso cuadro durmiendose en el horizonte a mis espaldas. Con los ojos cerrados, el «Centro», el Suquía, «Cerro de las Rosas», «Argüello» y toda la nomenclatura barrial se disuelve en la bateria de Keith Moon y el revoltijo mágico del shuffle. Ahora, The Who; después, Oasis; más tarde, Falco. Y así. Cada esquina trae consigo una canción como epígrafe inútil en una imagen con destino de delete en la memoria inmediata.

Hay cierta mística que empieza en la cofradía secreta de los choferes. Algo hay detrás de la corbata roja y la sonrisa que el pelado humilde te brinda junto a un boleto apenas subvencionado. Una pequeña odisea rutinaria se desarma en las avenidas transitadas y bacheadas de los suburbios de una Córdoba caótica, propio de los ruidos mezclados que suenan en las conversaciones a medias vía celular de tu compañero de asiento y en las canciones de cuarteto que llegan desde los asientos del fondo. Para mí, Still take you home habla de la chica esa que no es la gran cosa que está pagando el boleto, que se escapó de mi colegio siendo una nena y yo alguien que desperdiciaba sus tardes apostando  a que estas horas de ahora serían las mejores de su vida.

Acordate mañana del torneo de metegol.

Fede habla desde su propio infierno de medianoche. Yo cierro los ojos, los abro y ya estoy en la puerta de casa, con la tele prendida en la cabeza, disfrutando los pasos mágicos de una misa que nadie podrá negarme de ahora en más.

Categorías: Personal

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2 Comentarios

  1. Voy a por la tercera parte!!!

  2. Estuve leyendo tus escritos y me pareció copado recomendarte los cortos del genio Mario Viñuela principalmente «Pienso, luego existes» e «Inevitable» espero los disfrutes ❗