Sorín vs Ronaldinho
Recuerdan esta jugada, ¿no? El famoso Jogo Bonito de Ronaldinho arruinado por el rústico de Sorín que en…. ah no, pará. ¿Era al revés? Veamos este video para estar seguros
Recuerdan esta jugada, ¿no? El famoso Jogo Bonito de Ronaldinho arruinado por el rústico de Sorín que en…. ah no, pará. ¿Era al revés? Veamos este video para estar seguros
Una yegua que tiraba esta mañana del carro de un cartonero, sorpresivamente se detuvo en pleno barrio de Almagro, se echó al suelo y dio a luz un potrillito.
El insólito episodio se produjo alrededor de las 10.30 en la esquina de Acuña de Figueroa y Humahuaca, en el barrio de Almagro, y concitó la atención y simpatía de vecinos y transeúntes, que comenzaron a tomar fotografías del recién nacido y su mamá.
La policía de la comisaría 9 cortó el tránsito en esa intersección para permitir que la flamante madre pudiera descansar luego del parto.
En buen estado. El médico veterinario Jorge Guerrero, secretario de Extensión Universitaria, confirmó que el recién nacido se halla en buen estado, en tanto que la madre, que llegó al parto con signos de subalimentación, se encuentra débil, aunque evoluciona bien.
La Facultad de Veterinaria tendrá a su cargo el cuidado de ambos animales hasta que la justicia disponga su destino, ya que es parte de la función social que le compete como institución pública.
Sumario por maltrato. El comisario de la seccional 9 informó a la prensa que se labró un sumario contra el cartonero que estaba utilizando a la yegua, por «daño y maltrato» al animal que, describió, estaba en «un estado deplorable de desnutrición».
Dijo que el cartonero alegó en su defensa que se trataba de una yegua «alquilada» para realizar su tarea de recolección de cartones.
El comisario convocó a expertos de la dirección de Veterinaria de la Policía Montada para que revise al animal y lo lleve a un destino en el que, junto a su potrillo, pueda ser adecuadamenter asistida.
Link: LaNacion
Les quiero comentar que el partido de hoy no lo vi.
«¿Cómo? Si jugaste todo el partido» se preguntarán algunos. Y se ve que quienes se pregunten eso no me conocen mucho, ya que jugar en mis condiciones en el horario de este partido no garantiza la total observación objetiva requerida para escribir una correcta y exacta reseña.
Por lo pronto les dejo la formación inicial, que fue hecha con la colaboración de Marce ya que no sólo no veo nada, sino que mi memoria flaquea también.
Ahora sí, como dije antes, no puedo hacer ningún tipo de reseña válida, por lo cuál los invito a ingresar AQUÍ tanto a los que jugaron o vieron y quieran comentar el partido como a los que quieran saber más sobre lo que aconteció en el encuentro.
Lo único que sí les voy a comentar es que todas las apuestas siguen sin obtener ganador debido a la ausencia de expulsados y a que el único gol del partido fue convertido por el gran Maurito en vez de alguno de los cuatro por los cuales se hizo la apuesta.
A dos días del superclásico les dejo esta conversación entre el gran Amadeo Carrizo y el pibe Juan Pablo Carrizo que además de compartir el apellido comparten el hecho de haber atajado alguna vez en River. Dos grandes.
Amadeo: – Sacate la gorra
Juan Pablo: – No, me gusta así
A: – ¡Haceme el favor!
JP: – Pero estoy despeinado
A: – «Mirá que lindo pelo tenés. Vamos a salir los dos igual. Si no, me hubiese traído la boina de mi época.
JP: – Pero así está bien: marcamos dos estilos: vos sos clásico y yo más moderno
La discusión, por llamar de algún modo al cruce, es apenas un botón de muestra de las diferencias y las semejanzas que revelan los dos personajes al pisar el Monumental. Hay más puntos distintivos entre Amadeo y Juan Pablo. La historia y el presente. Más de 20 años cuidando ese arco y un poco menos de partidos bajo la misma geografía. El arquero que más superclásicos jugó y el que esta semana debutará oficialmente ante Boca. Pero, esencialmente, hay un dato que los une: Carrizo. Un apellido que ya es la esencia del arco de River.
A: – Se nota que tu viejo es de Independiente. Porque de lo contrario, te podría haber llamado Amadeo
PF: Noooo. ¿Te imaginás?. Ya sería mucho.
A: – Igual, como te dije en su momento, cuidame el apellido
Ya en el arco, con la luz roja del grabador encendida, Amadeo y Juan Pablo llevan solos el hilo de la nota.
A: – Pero esto es una belleza. Mirá el césped. ¿Te acordás la última vez que atajé acá?. El boludo del Loco Enrique me la tiró a la ratonera. No llegué por poco
JP: – Sí, fue en el partido del Centenario, lo vi bastante bien.
De a ratos, la charla se interrumpe cuando el más grande le indica a su discípulo cómo innovó en el arte de caminar el área.
A: – Así. El equipo ataca, y vos te parás por acá
JP: – Sí, Amadeo, yo juego adelantado, también
A: – Más vale que sigas aprendiendo.
Hay más diálogos. Y hay más coincidencias. El canoso de 80 años, que no necesita ningún lifting para preservar la juventud de su alma, le muestra una huella de una fractura que aún tiene en su dedo meñique. El fibroso de 22 le hace ver exactamente la misma lesión, mal curada, idéntica y provocada también por una volada.
A: – Pero qué fulero que te quedó el dedo a vos
Y siguen hablando, de todo.
A: – Yo jugué en este arco 23 años. Ojalá que vos atajes mucho tiempo acá, pero después andate a España, Italia, para meter un poco de platita en el bolsillo, je. A mí no me dieron esa chance, Liberti decía que Amadeo era sólo de River. ¿Vos te imaginás mucho tiempo?
JP: – Hoy es muy complicado. Uno anda bien un año y ya empiezan las ofertas. Y a veces son tentadoras. Pero si a mí en River me pagan lo mismo que afuera, me quedo toda la vida, ni hablar. Lo de su época estaba bueno.
A: – También esta época tiene sus cosas buenas: se revalorizó el puesto. Antes, el arquero era el gordito. «Vos que no sabés nada, andá al arco», te decían.
JP: – Hoy vale mucho.
A: – Te recomiendo que juegues en el medio, que hagas jueguitos, que te prendas en los picados. Eso te permite desplazarte con más confianza.
JP: – ¿Usted gambeteaba?
A: – Una vez, con el estadio lleno, pasé a Borello tres o cuatro veces. Y a partir de ahí fui el ogro para Boca. Era imposible jugar allá.
JP: – Lo tomaron como una cargada y no es. Hoy debemos usar mucho los pies.
A: – Te vas a empezar a encontrar con eso.
JP: – Sí, hoy en los reducidos me hacen jugar a un toque.
A: – En este puesto, adivinar es tan importante como atajar.
JP: – Sí, estoy totalmente de acuerdo. No me gusta quedarme en la raya.
A: – Pero en el primer gol de Racing no saliste. Si hubieses adivinado lo que iba a hacer el adversario, habrías salido cuando le estaban dando el pase al nueve.
JP: – Es posible. Es lo que hice en Jujuy, tapé un mano a mano por adelantarme.
A: – Estuviste perfecto. Es que nos metían el 2-0, se ponía jodido. ¿No te molesta que te haga estas pequeñas críticas?
JP: – Para nada. Siempre escuché su historia. Me dijeron que fue el que empezó a caminar el área, por eso lo escucho con respeto.
A: – Bueno, siempre un consejo es lindo. Si sentís que lo digo de corazón, lo vas a meter en la cabeza.
JP: – Pero sabe lo que falta.
A: – Te voy a tener en jaque para que seas cada día mejor. Vos escuchás, y eso me alegra. Hay pibes que creen que se las saben todas. Dicen que sí pero cuando me doy vuelta, tiran: «Y este viejo boludo, ¿ en qué me va a aconsejar?». Yo no tuve a nadie para aconsejarme. Es que cuando yo agarré hice desaparecer a todos, je.
JP: – ¿Quiénes fueron sus suplentes, Amadeo?
A: – El Loco Gatti, Gironacci, y Ovejero, el que más tiempo me bancó.
JP: – ¿Qué tal era Roma?
A: – Era un Tarzán. Arriba, la rompía. Ganador, tenía personalidad. Nos parecíamos.
JP: – Usted también se habrá comido goles fáciles.
A: – Sí, recuerdo un gol de Bianchi por salir mal.
JP: – Fue el que le rompió el récord, ¿no?. ¿Cuántos partidos llevaba?
A: – Creo que nueve, pero después me pasó Barisio.
JP: – ¿Ese es el récord a vencer? ¿Llegaré? ¿Cuánto me falta?
A: – Quedate tranquilo. Ojalá que lo pases.
JP: – Sabe las cosas que tengo que pasar para tener una carrera como la suya.
A: – En principio, te vas a tener que comer un par de goles de biógrafo. Para aprender, te tienen que hacer 200 goles. Pero no en un partido, eh.
JP: – Seguro, de los errores uno aprende mucho.
A: – Vos tenés ganas de triunfar, de ser «el» gran arquero. Te veo fuerzas y ganas de ser grande. No te conformás, ¿no?
JP: – Tiene razón. Me siento con ganas de mostrarme y quedar grabado en una plaqueta de este club como un jugador importante. Falta mucho. Y eso se hace con ganas y humildad.
A: – Perfecto. Muy bien.
JP: – Porque podés jugar diez partidos y después desaparecés. El tema es perdurar y ganar torneos.
A: – Acá gané siete títulos. En realidad, seis y en uno me colé. Porque en el 45, con La Máquina, jugué dos partidos. La tarde que venía El Gráfico para sacar la foto grande, me vine dos horas antes. ¡Mirá si me la iba a perder! No sabía lo que iba a ser de mi vida.
JP: – Igual fue campeón.
A: – Escuchame, cambiando de tema, en el gol de tiro libre de los jujeños, ¿por dónde pasó la pelota?
JP: – Por la barrera.
A: – ¡Muy mal! ¿El técnico no les dice que la barrera no se puede mover?
JP: – Pero fue una picardía de los jujeños. Se pararon cuatro frente a la pelota. Dos corrieron para taparme, uno se quedó para patear y el otro fue y empujó a la barrera para moverla.
A: – Entonces fue falta.
JP: – Claro, pero fue difícil de advertir para el árbitro.
A: – Te voy a marcar otra cositA: – el otro día saliste mal, mirá si estaba Palermo…
JP: – Pero a Palermo le hubiese salido con la rodilla más arriba, je.
A: – Escuchame, arrancar para delante es más fácil. Lo que es difícil es retroceder. Y si hay un apremio, el puñetazo. Yo prefiero al arquero que atenaza, porque ahí termina la jugada. Tenés que pensar en eso.
JP: – ¿Comparte la idea de que el arquero vaya a cabecear cuando va perdiendo?
A: – Sí. Nunca se me dio.
JP: – A mí se me cruza por la cabeza, pero no lo hice.
A: – ¿Y pateás tiros libres?
JP: – Sí, pero tengo un par de monstruos adelante.
A: – Animate, mirá que no le están pegando bien.
JP: – Pero cada uno cumple su rol. Comizzo dijo que no pateó penales para no invadir la función de otro.
A: – ¡Mirá al de San Pablo!
JP: – Lo que pasa es que ése es un crack. Los compañeros le dicen: «Andá vos, Rogerio».
A: – Una vez jugué de delantero. En esta cancha, contra Chacarita. Al final del primer tiempo, me dieron un voleo en los huevos y tuve una descompostura tremenda. Quedé ocho minutos tirado, y Di Stéfano fue al arco. Anduve bien.
JP: – De chiquito, jugué un par de partidos de nueve.
A: – Hiciste bien en definirte por ser arquero.
JP: – Usted dijo que el arco de River es el más grande.
A: – Es el de más responsabilidad. Atajás con el equipo en ataque y la pelota que frenás es la que quieren frenar millones de hinchas.
JP: – Es cierto.
A: – Por eso, Juancito, te lo repito: cuidame el apellido.
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Nota de Olé
Nuevamente estoy aquí ante ustedes para relatarles otro mito urbano cuya veracidad se considera imposible de verificar.
Pero lo que les contaré es lo que coincide en casi todos los relatos que llegaron a mis oídos.
Todo esto trascurre en Magno, un barcito situado en el barrio porteño de Caballito. Allí se encontraban los personajes principales de nuestra historia.
Con el fin de hacerlo más llevadero vamos inventarles nombre. Llamémoslos Savio, Jony, Corra y el Nono.
Los cuatro ocupan una mesa y se piden unos tragos para comenzar el día.
Se ponen a charlar y pasar el tiempo hasta que observan que a unos metros, sentadas en unos silloncitos, había unas 4 muchachas de aproximadamente 23 años quienes les arrojan un papelito y le hacen señas para que lo levanten.
Uno de ellos (digamos el Nono) insta a otro (digamos Savio) a levantarlo, pero éste, junto con otro de nuestros protagonistas (digamos Corra), debido a su afamada experiencia en tema mujeres, le contestan: “No, vos no sabés nada de esto. No podemos levantarlo así nomás”.
Entonces dejaron el papelito en el piso y volvieron a sus temas de conversación.
Luego de un largo rato, el papelito, pateado por varias personas que pasaron por el lugar, fue levantado por Corra, quien lo llevó a la mesa.
El papelito decía: “La de rulitos quiere un poco de eso”. Haciendo clara alusión a la bebida que tenía Savio.
Entonces ahí se originó la discusión en la mesa. Savio, Corra y el Nono querían contestar, pero Jony no. Pero luego de una pequeña disputa, Jony desistió ante la persistencia de los otros tres y se fue al baño a la vez que decía: “Bueno, hagan lo que quieran”.
Y lo que querían era seguir la joda respondiendo al mensaje. Y digo que era una joda porque ninguno estaba interesado realmente en “las viejas de 23”.
Y como si esto fuera poco, de las cuatro iniciales sólo quedaban dos, entre las que se encontraba la única que estaba a la altura de nuestros dos expertos (de ahora en más “la linda”), pero no se encontraba la de rulitos que era la que había iniciado todo.
Entonces en el mensaje a ser enviado escribieron un texto que realmente no viene al caso, aunque entre las frases se encontraba un: “¿Y la de rulitos a dónde se me fue?”.
Ahora venía la parte de la logística. Tenían que lograr que el mensaje llegue a destino.
Para esto, al igual que las chicas en la primera oportunidad, creyeron conveniente el envío por medio aéreo.
Lo segundo que debían evaluar era quién se iba a encargar de arrojar el mensaje los pocos metros que los separaban de las destinatarias. Una tarea complicada, sin lugar a dudas. Pero en este caso la votación fue unánime.
Por su reconocido pasado en el béisbol (o baseball, como quieran) el elegido fue Corra.
Entonces, aprovechando que las dos mujeres estaban desprevenidas, se puso firme, elevó el brazo, lo lanzó hacia atrás, estudió el aire y la velocidad y dirección del viento, y finalmente el papelito fue despedido con precisión milimétrica. O eso parecía.
El destino, claro está, debía ser cualquier lugar en la proximidad de las muchachas para que éstas lo pudieran levantar y leer, pero el lanzamiento del pitcher fue fallido; y el trayecto llegó a su fin precisamente EN EL OJO de “la linda”, quien giró en torno al lanzador y le echó una mirada fulminante que lo hizo añicos.
Las chicas nunca más siquiera amagaron a mirar para esa zona y nuestros galanes se tuvieron que meter en sus tragos hasta que salieron del bar.
Otra gran historia de las tantas que circulan por nuestros cien barrios porteños.
Aclaración: Todos los nombres de esta historia son inventados. Cualquier similitud con la vida real es mera coincidencia. Que al personaje de todas las historias graciosas lo llame Corra es otra mera coincidencia.